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ESTADIOS, MOMENTO DE REPLANTEAR – Por Andrés Angelero Ferronato

La arquitectura en Uruguay hace un tiempo se viene inclinando en forma creciente a sacarle el máximo de jugo a los m2 construibles, tal vez dejando un poco de lado la antigua funcionalidad y estética de los espacios por la rentabilidad de la construcción terminada –que de todas formas por momentos se considera insuficiente-. En éste punto vale la pena plantear una contradicción: la arquitectura de estadios. ¿Qué ocurre con la arquitectura de los estadios en Uruguay? ¿Por qué no se aplica lo mismo que la arquitectura por ejemplo de viviendas y se aprovechan más los m2? Uno al momento de trillar la ciudad y rodear un estadio, aprecia sin mayor esfuerzo un fuerte estado de deterioro y falta de mantenimiento; no resulta difícil percibir como quedan al descubierto estos grandes esqueletos y sentir que por momentos se caen literalmente a pedazos, o desde su interior divisar una construcción triste, venida a menos. Como excepción existen estadios que dentro de sus posibilidades se mantienen firmes y vitales como por ejemplo el Franzini y el Parque Central (éste último con obras de ampliación a futuro). ¿Pero qué ocurre con los espacios interiores “muertos”?

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El ejemplo más claro es sin dudas el Estadio Centenario, ícono del fútbol mundial y cobijo de grandes espectáculos futbolísticos y de otros rubros. Hace unos años fue pintada totalmente su monumental fachada revitalizando unos antiguos dibujos, pero la acción de pintarlo parece enceguecer a los futboleros y olvidarse de lo que verdaderamente importa: la funcionalidad y el mantenimiento. Las personas pasan junto a él maravilladas con la nueva y reluciente pintura: “qué lindo que quedó!”, “al fin pintaron”, ignorando el estado general del conjunto: hormigón agujereado, hierros a la vista, grietas y fisuras que atentan contra el acondicionamiento total. En Europa o –sin ir muy lejos- dentro de América del Sur, los estadios no son únicamente lugares donde albergar espectáculos multitudinarios, sino que son contenedores de una gran cantidad de servicios y actividades extradeportivas precisamente en ésos espacios “muertos”, como ser: tiendas, shoppings, cines, teatros, museos, etc. Son fuentes de ingreso para el estadio mismo y en definitiva contribuye al mantenimiento e imagen de todo el conjunto. Volvamos a nuestro Estadio Centenario: una seccional policial, una escuela, un museo, la Liga Universitaria de Deportes y servicios vinculados a la tribuna América que por obvias razones no entra dentro de éste pseudo-análisis. ¿No es válido entonces, pensar en una revitalización de tantos metros cúbicos debajo de las gradas? ¿Suena tan descabellado imaginarse transitando las largas escaleras bajo un manto de seguridad y agradable entorno? ¿Con la remodelación del Parque Central y el estadio de Peñarol, qué camino habrá de tomar y qué futuro le depara a nuestro querido Estadio Centenario?

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