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Historia de una fotografía: El Che de Korda

La imagen de Ernesto Guevara, el Che, está irremediablemente relacionada con el retrato que tomó Alberto Korda en marzo de 1960. Se dice que esta fotografía, tras la de la Gioconda de Leonardo, es la obra más reproducida de la historia, en póster, camisetas, pancartas, chapas, etc.

Retratar la revolución. En el libro ‘Korda conocido desconocido’, editado por La Fábrica se relata el encuentro en 1959 con Richard Avedon, fotógrafo estadounidense. Albert Korda, nacido en La Habana en 1928, aprovechó el primer viaje de Fidel Castro a Nueva York para encontrarse cara a cara con el fotógrafo al que quería emular. El genio estadounidense fue franco, y calificó el trabajo como de ‘Old Fashion’, y le aconsejó que retratara la revolución. Siguendo los consejos de Avedon, Alberto Korda empezó a fotografiar rostros de la revolución, desde Fidel o el Che (por mucho que se repita no llegó a ser el fotógrafo oficial de ninguno de ellos), pasando por los intelectuales que venían a visitar a la Isla – es el caso de de Beauvoir, Sartre o Hemingway – hasta llegar al pueblo cubano, como en el caso de la fotografía de la niña que posa con un tronco a modo de muñeca. Pero A. Korda no renunciará jamás a la belleza femenina: con su objetivo buscará a las mujeres más guapas en los actos públicos, en los mítines, en las paradas militares… y en su estudio retratará a Norka – su musa, su segunda esposa – y a otras modelos desnudas, con armas, a modo de guapas milicianas.

La fotografía, el icono. La Habana, tarde del 5 de marzo de 1962. El Che asistía al funeral por las víctimas del La Couvre, un vapor que saltó por los aires, según la versión oficial por un sabotaje cometido por la CIA, según otras versiones cuando estalló el armamento que transportaba.

La historia también se divide entorno a cómo fue tomada la imagen: el escritor Guillermo Cabrera Infante, aseguró hace unos años en un artículo – la verdadera historia del póster del Che – que la cara de Ernesto Guevara se aisló años más tarde de una fotografía de grupo de Sastre y Beauvoir tomada durante el funeral, cuando la vieron unos editores italianos interesados en explotar la imagen del Che una vez acribillado en Bolivia. Otros niegan esta versión y aseguran que ese retrato de El Che fue publicada por Paris Match mucho antes de que se fijaran en ella los editores italianos.

La versión de Alberto Korda es que tomó dos fotografías del Che en un momento fortuito. Las fotografías pasaron desapercibidas, efectivamente, hasta que el Che cayó en Bolivia, y entonces se retrato se convirtió en un auténtico icono. “Fue un momento de suerte”, repetía Alberto Korda cuando se le preguntaba por su fotografía más conocida (titulada El guirrellero heróico), la más reproducida, la que trasciende y olvida al autor, la que se convierte en un símbolo, hasta publicitario.

Pero la fotografía tiene más historia. Hasta 1986 no se divulgará el supuesto negativo original, que hace menos mítica la foto de un hombre condenado a ser héroe para unos y el diablo para otros. Ese negativo corrió la misma suerte que todo el trabajo de los Studios Korda, cuando el 13 de marzo de 1968, un día después de que Castro anunciara la nacionalización de lo poco que quedaba privado en Cuba, agentes del gobierno terminaran con todos los archivos, salvaran solo los referentes a la revolución, e hicieran desaparecer todo el resto.

Sin embargo, por el propio testimonio de A. Korda, no le quedó ningún resquicio de resquemor. Simplemente decidió sumergirse en el mar y comenzar a hacer fotografías durante los siguientes 10 años. Las exposiciones, el reconocimiento internacional como artista y la gloria llegaron mucho más tarde, y en ellas vivió hasta que murió en París en 2001.