En el primer rock argentino, el de los últimos años sesenta, plagado de luminarias, Luis Alberto Spinetta (Buenos Aires, 1950 – 2012) fue una pieza extraña: poseedor de un desarrollado sentido de la melodía forjado en la atenta escucha de los discos de los Beatles, rápidamente se destapó como un letrista poseedor de una singular poética, rica en unas metáforas que con el tiempo devendrían cada vez más complejas y herméticas.
Sus inicios se remontan a 1969, cuando grabó dos discos al frente del grupo Almendra, una de las piedras angulares del movimiento roquero argentino, para dar forma en 1972 a Pescado Rabioso, agrupación de blues-rock progresivo y psicodelia de altos vuelos bajo cuyo nombre salió Artaud (1973), elaborado disco conceptual que en realidad era un trabajo en solitario de Spinetta y una de las obras canónicas del rock argentino. En ese momento ya muestra todas sus cartas: un inasible mundo interior propio, música difícilmente clasificable y un insobornable compromiso creativo impermeable a los tópicos musicales.
La aventura continúa en 1974 con la creación del trío Invisible, con el que desde el rock y a lo largo de tres discos se aproxima al tango -admiraba sin reservas a Astor Piazzola- como al jazz. Género este último al que dedicó gran parte de sus esfuerzos desde finales de los setenta y los ochenta, ya en solitario o en grupos que llevan su nombre -Banda Spinetta, Spinetta Jade, Spinetta y Los Socios del Desierto- con una concepción cercana a la de formaciones de fusión como Weather Report, abriéndose también al funk. Ajeno a las etiquetas y a los géneros musicales, ha ido y ha venido de aquí para allá, pero en su música se mantienen esas maneras de los Beatles más innovadores con las que se educó, esos sonidos forjados a finales de los sesenta que reconoció como fuente de inspiración.
A Spinetta le gustaba poder volar, explorar galaxias, abandonar su cuerpo, ser luz… Pero como todo ello es imposible, durante más de cuarenta años con sus canciones trató de paliar tamañas carencias del ser humano. Reflexivo pero optimista, con textos diáfanos y asequibles, artesano detallista. En Spinetta, hasta los silencios eran intencionadamente hermosos.