No son necesariamente buenos pero sí de lectura incendiaria y caliente. La literatura erótica ha acabado, definitivamente, con el predominio del macho. Los últimos libros-escándalo los escriben chicas muy, pero que muy liberadas. Cuando alguien dice ‘literatura femenina” todos sabemos que nos referimos, en general, a libros literariamente pobres pero de contenido supuestamente reivindicativo. Si alguien dice “literatura gay”, tres cuartos de lo mismo: por lo general novelas de poco talento y con mucha dosis de rollo sociológico. Y así, ad infinitum. En un mercado como el del libro cualquier cosa que venda es siempre bien recibida.
Y en éstas andamos cuando nos acercamos a las listas de best-seller: la llamada literatura femenina es uno de los puntales que más beneficios genera. Pero si el discurso femenino supone un negocio en alza, su vertiente erótica se ha convertido en un filón inimaginable desde principios de los años dos mil. Actualmente en las librerías de occidente de norte a sur pululan textos escritos por mujeres en torno a sus experiencias sexuales; libros de contenido tórrido (y tono melodramático) que no descubren nada nuevo y que sólo destacan por lo directo de sus proclamas erótico-pornográficas y por su atmósfera autobiográfica detrás de los que siempre se esconde un diario íntimo más o menos ficticio. Jodi Ellen Malpas, E. L. James, Melissa P. o Megan Maxwell, son autoras que han encontrado un mercado receptivo a esta libertad femenina que no deja de ser un espejismo postmoderno. La trilogía erótica “Mi hombre” Después de haber arrasado con “Seducción”, Jodi Ellen Malpas (1981, UK) continúa la saga con “Obsesión” y “Confesión” Tres libros de calidad literaria cuestionable, pero de escritura fácilmente adictiva, que nacen con la voluntad de hacer una especie de antropología light para las masas. Una mujer guapísima y, sobre todo, muy inteligente que persigue “contar al gran público lo que los antropólogos cuentan a una minoría intelectual”. Sexo poliédrico donde tiene cabida “todo aquello que no implique peligro físico o mental”. Ya es considerada la sucesora de E. L. James quién incendiara recientemente las listas de ventas con sus “50 Sombras”. Unos años atrás Melissa P., autora de “Cien cepilladas antes de dormir”, pateó el tablero publicando esta novela de estimulante tono erótico cuando aún no tenía 18 años: eso la obligó a poner sólo la inicial de su apellido. Esta anécdota nos hace desconfiar: la verdad dudosa sobre el apellido de Melissa Paranello nos lleva a pensar en la voracidad de las editoriales y, por tanto, a cuestionar la honestidad literaria de textos así; textos para leer con una mano, pero que andan muy lejos del Marqués de Sade, por ejemplo. En fin, pseudorevoluciones vaginales pergeniadas por las industrias editoriales, modas de lecturas tan efímeras como eficaces.