En una de sus muchas entrevistas John Lydon decía: “Mi muerte vendrá cuando tenga que venir. ¡Lo único que espero es que llegue sin anunciarse demasiado!” Aún hoy entrados profundamente en el siglo XXI este personaje de la historia de la música del siglo XX sigue aportando desde la polémica o desde un lugar incómodo, elegido exprofeso para transmitir esa sensación de incomodidad en quien lo escuche o lo lea (a través de sus comentarios). John Lydon, que no es otro que el muy conocido Jhonny Rotten o “Juancito podrido”, cantante de la mítica banda Sex Pistols. Este señor que es para muchos (y me incluyo) el último gran pendenciero de la historia de la música. Supo cambiar, con su canto e interpretación, las posibilidades de expresarse. Estuvo anoche por Montevideo con su banda más longeva y en muchos casos menospreciada: P.I.L. Public Image Limited. Ayer el proyecto que llevó adelante este polémico personaje de la historia del rock mundial, llegó a Montevideo y le permitió a aquellos que nunca habían podido verlo en vivo, conocer su valía en el terreno de juego: El escenario. Y desde el vamos el público fue avasallado por una muralla de sonido. El bajo de Scott Firth parecía un pistón hidráulico golpeando, machacando, directo en la boca del estómago y generando reverberaciones en todo el cuerpo. Y los teclados y programas que tocaba en algunas ocasiones invitaban a una pista de baile de los primeros años 90. ¿Alguien sintió acaso en algún momento, estar bailando en La Factoría? El
baterista Bruce Smith sostuvo toda la noche un ritmo frenético y prolijo. Juntos hicieron de la base rítmica una maquinaria implacable. Por si fuera poco Lu Edmonds, el guitarrista que parecía escapado de una cantina del lejano oeste o una parodia de Jesús (Hacen referencia a esa imagen suya en el tema Religion, con mucho humor y acidez) generó con las diferentes guitarras que tocó la sensación de estar al borde de la estridencia, sin caer nunca en ella.
Una guitarra filosa, deforme, oblicua que desmantelaba los ritmos de la base con momentos en los que parecía que una pared de vidrio estallara, o un ¡montón de alfileres desgarraran el aire. Al mirar al guitarrista, no podía dejar de pensar que ese que estaba ahí fue uno de los primeros integrantes de The Damned.
Y al frente de todo, cómo una pintura cubista, este cantante histriónico¡ de 60 años mostrando todas sus facetas a la vez. “Damas y Caballeros /Por favor… ¡Que comience la fiesta!” nos dice el pendenciero en las primeras estrofas de “Albatross” y el aquelarre de sonido nos envuelve. “Soy adaptable / Soy adaptable / Soy adaptable y me gusta mi nuevo papel /Estoy cada vez mejor /Y tengo una nueva meta.” Nos dice en una versión de “This is not a love song”, acomodada a su capacidad vocal actual. Las canciones se suceden y no te dan respiro, hay apenas segundos entre una y otra: Deeper Water, The body, Warrior, no las pongo en el orden del toque porque el recuerdo de esa vorágine de sonido lo trastoca y lo cambia de lugar. El recital decae por momentos en alguna canción extensa por demás pero tiene puntos muy altos, uno de ellos fue el clásico Rise: “Podría estar en lo cierto podría estar equivocado…” nos dice, más que cantar en un arranque con un poco de tropiezo. Pero la máquina no se detiene y vuelve al ataque: “…La palabra escrita es una mentira… “Todo es verdad y mentira, farsa y crítica, todo es moldeable y convertible incluso la ira: “…La ira es una energía /La ira es una energía…” Y todos en el recital coreaban este estribillo convertido en filosofía de vida, por un paradigma de la resiliencia antes de que empezara a usarse ese término. Llegan los bises y la canción que da nombre a la banda se hace presente y el tradicional “Hello /Hello /Hello… Ha ha ha ha” retumba con esa risa de guasón que lo caracteriza. “Nunca escuchaste una palabra que he dicho / Sólo me has visto por la ropa que me pongo/ O es que el interés va mucho más profundo /Debe haber sido el color de mi pelo / La imagen pública. “Como regalo final de esa canción, se filtran los acordes más Pistols que te puedan venir a la mente y ves como ese final generó el nuevo principio. Y todo termina, y los estados de ánimo son diferentes en cada persona, la pintura cubista llegó a cada uno de un modo diferente. Algunos habrán visto a un veterano de 60 años decadente, otros habrán visto al sobreviviente de una meningitis que lo aisló del mundo y lo llenó de ira y suspicacia. Otros habrán visto al gran mentiroso, al gran traidor, gestor y sicario del punk. Otros habrán visto al gran pendenciero del rock, un tipo humano, falible y lleno de contradicciones, enfundado en la pulsión deformada hasta lo irreconocible de todas las músicas de las que se nutre P.I.L. Y algunos habrán asistido a otra gran estafa del rock, esa estafa que te deja satisfecho y sonriente. Complacido por haber asistido a una presentación histórica y repleta de presente. Sabiendo que la ira es una energía y que puede volverse algo positivo.
Fotografía: Gerardo Carrasco